En medio de la creciente afluencia de migrantes en Nueva York desde 2022, el albergue más grande de la ciudad, en la Isla Randall, se encuentra desbordado, dejando a aproximadamente 3,000 migrantes durmiendo en tiendas de campaña frente a las puertas.
La situación se agrava con las bajas temperaturas invernales, obligando a muchos a buscar refugio improvisado y a emprender actividades comerciales para subsistir.
A pesar de la inauguración en agosto del complejo en la Isla Randall, que incluye carpas calefaccionadas, instalaciones sanitarias y áreas comunes, la falta de espacio y seguridad ha llevado a algunos migrantes a vivir en condiciones precarias.
Incidentes violentos recientes, incluyendo apuñalamientos, han exacerbado la preocupación por la seguridad en el lugar.
Las políticas restrictivas de la ciudad, como el límite de 30 días en los albergues y las condiciones difíciles para obtener una cama adicional, han generado críticas y frustraciones entre los migrantes y sus defensores.
A medida que la ciudad busca soluciones, se plantean medidas como detectores de metal en los albergues y la posible extensión de un toque de queda impuesto recientemente.
Sin embargo, la falta de una respuesta efectiva plantea desafíos significativos para la gestión de la crisis migratoria en Nueva York.
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