La huelga en el sector automotriz de Estados Unidos, liderada por la Unión Sindical de Trabajadores Automotrices (UAW), ha entrado en su tercera semana, involucrando a 25,000 trabajadores de Ford, General Motors (GM) y Stellantis/Chrysler.
Iniciada el 15 de septiembre, la huelga ha crecido en alcance y magnitud, afectando plantas como la de Chicago de Ford y la de Lansing de GM.
La UAW demanda un aumento salarial del 40% prorrateado a cuatro años y cobertura sindical en las nuevas fábricas de vehículos eléctricos.
El presidente estadounidense, Joe Biden, mostró su apoyo al visitar las líneas de piquete el 26 de septiembre, marcando un precedente para futuros líderes.
A pesar de las ganancias récord de las empresas, estas se resisten a ceder, mientras la huelga acumula costos de hasta 1,600 millones de dólares.
Este enfrentamiento plantea cuestionamientos sobre la colaboración entre empresas, trabajadores y gobiernos en la industria del futuro, en el contexto del auge de los vehículos eléctricos y la necesidad de sostenibilidad.
La lucha no solo impactará a los involucrados, sino que también enviará un mensaje crucial sobre el papel de los sindicatos en la transformación hacia una industria automotriz más sostenible.
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